Un informe de Argendata del 15 de octubre de 2025 revela una paradoja sorprendente: la Argentina produce grandes cantidades de pescado y mariscos, pero la población consume muy poca cantidad. Con apenas 7 kilogramos por persona al año, el país está muy por debajo del promedio mundial y de sus vecinos. Gran parte de la producción se destina al exterior. El informe de Argendata, un proyecto de Fundar, analiza por qué sucede esto, y qué factores culturales, económicos y logísticos mantienen estancado el consumo interno.

El consumo bajo se explica por una mezcla de condiciones. La carne vacuna, símbolo de identidad nacional, domina la dieta argentina desde hace siglos. Esto deja poco espacio para otras proteínas. Además, muchas personas desconocen cómo preparar pescado o sus beneficios nutricionales. La oferta en algunas ciudades es limitada y los precios suelen ser más altos que los de otras carnes, lo que desincentiva su consumo y mantiene un círculo en el que el mercado interno sigue reducido.

El pescado también es un alimento más presente en los sectores de mayores ingresos. Mientras que en hogares con menores recursos el gasto en pescado representa apenas el 1% del total destinado a alimentos, en el 10% más rico alcanza el 2,5%, especialmente por el consumo de mariscos y pescados importados como salmón y atún en conserva.

En cambio, la merluza y otros pescados de río se consumen de forma más transversal. A diferencia de otros países donde el pescado es accesible para todos, como Chile o Uruguay, en la Argentina suele ser casi un bien de lujo.

Mucha más producción que consumo

La paradoja es que la Argentina produce tres veces más pescado del que consume y gran parte se exporta. Desde 1961, la producción creció el 300%, mientras que el consumo apenas aumentó a 7,1 kilogramos. Así, casi dos tercios de la pesca nacional se destinan al mercado internacional, principalmente a España, China, Estados Unidos e Italia, con exportaciones por alrededor de U$S 2.000 millones anuales.

Mientras otras carnes, como la aviar y la porcina, crecieron de manera sostenida, el consumo de pescado se estancó por la concentración de la pesca en el litoral marítimo, la orientación exportadora, los costos de la cadena de frío y la escasa tradición culinaria basada en productos del mar. La acuicultura, fundamental para abaratar la oferta, prácticamente no se desarrolló en el país.

En definitiva, la Argentina produce mucho más de lo que consume y gran parte de esa producción se va al exterior. Mientras tanto, los argentinos siguen dejando pasar la oportunidad de disfrutar de un alimento nutritivo y saludable. Cambiar este hábito depende de animarse a incorporar el pescado en la dieta y de políticas públicas que fortalezcan el mercado interno.